martes, 31 de marzo de 2020

PROFE ABEL-LENGUA Y LITERATURA-2º 4º- VESPERTINO

BUENOS DÍAS. AQUÍ LES DEJO LA SEGUNDA PROPUESTA DE LENGUA. MANDAR EL TRABAJO A MI CORREO:  abel6374@hotmail.com


LENGUA Y LITERATURA 2º 4º- SEGUNDA PROPUESTA DE TRABAJO
TEMAS:
*EL CUENTO POLICIAL.  TIPOS: POLICIAL CLÁSICO Y POLICIAL NEGRO
*LECTURA
*COMPRENSIÓN LECTORA
*PRODUCCIÓN ESCRITA DE CUENTO POLICIAL
ACTIVIDADES
1-Para repasar, observa el siguiente video sobre el cuento policial clásico y el policial negro.


2-Registra por escrito de acuerdo a lo que viste en el video,  las diferencias entre el cuento policial clásico y el policial negro.
3-Mira el siguiente video de un cuento policial titulado: “La carta robada” del autor Edgar Allan Poe.


4-Renarra por escrito (es decir contá la historia con tus propias palabras) el cuento policial visto y titulado: “La carta robada”
5-Lee primero en voz baja y luego en voz alta el siguiente cuento policial.
                                                          El crimen casi perfecto
                                                            Autor: Roberto Arlt
     La coartada de los tres hermanos de la suicida fue verificada. Ellos no habían mentido. El mayor, Juan, permaneció desde las cinco de la tarde hasta las doce de la noche (la señora Stevens se suicidó entre las siete y las diez de la noche) detenido en una comisaría por su participación imprudente en una accidente de tránsito. El segundo hermano, Esteban, se encontraba en el pueblo de Lister desde las seis de la tarde de aquel día hasta las nueve del siguiente, y, en cuanto al tercero, el doctor Pablo, no se había apartado ni un momento del laboratorio de análisis de leche de la Erpa Cía., donde estaba adjunto a la sección de dosificación de mantecas en las cremas.
     Lo más curioso del caso es que aquel día los tres hermanos almorzaron con la suicida para festejar su cumpleaños, y ella, a su vez, en ningún momento dejó de traslucir su intención funesta. Comieron todos alegremente; luego, a las dos de la tarde, los hombres se retiraron.
    Sus declaraciones coincidían en un todo con las de la antigua doméstica que servía hacía muchos años a la señora Stevens. Esta mujer, que dormía afuera del departamento, a las siete de la tarde se retiró a su casa. La última orden que recibió de la señora Stevens fue que le enviara por el portero un diario de la tarde. La criada se marchó; a las siete y diez el portero le entregó a la señora Stevens el diario pedido y el proceso de acción que ésta siguió antes de matarse se presume lógicamente así: la propietaria revisó las adiciones en las libretas donde llevaba anotadas las entradas y salidas de su contabilidad doméstica, porque las libretas se encontraban sobre la mesa del comedor con algunos gastos del día subrayados; luego se sirvió un vaso de agua con whisky, y en esta mezcla arrojó aproximadamente medio gramo de cianuro de potasio. A continuación se puso a leer el diario, bebió el veneno, y al sentirse morir trató de ponerse de pie y cayó sobre la alfombra. El periódico fue hallado entre sus dedos tremendamente contraídos: crimen casi perfecto.
     Tal era la primera hipótesis que se desprendía del conjunto de cosas ordenadas pacíficamente en el interior del departamento pero, como se puede apreciar, este proceso de suicidio está cargado de absurdos psicológicos. Ninguno de los funcionarios que intervinimos en la investigación podíamos aceptar congruentemente que la señora Stevens se hubiese suicidado.
     Sin embargo, únicamente la Stevens podía haber echado el cianuro en el vaso. El whisky no contenía veneno. El agua que se agregó al whisky también era pura. Podía presumirse que el veneno había sido depositado en el fondo o las paredes de la copa, pero el vaso utilizado por la suicida había sido retirado de un anaquel donde se hallaba una docena de vasos del mismo estilo; de manera que el presunto asesino no podía saber si la Stevens iba a utilizar éste o aquél. La oficina policial de química nos informó que ninguno de los vasos contenía veneno adherido a sus paredes.
   El asunto no era fácil. Las primeras pruebas, pruebas mecánicas como las llamaba yo, nos inclinaban a aceptar que la viuda se había quitado la vida por su propia mano, pero la evidencia de que ella estaba distraída leyendo un periódico cuando la sorprendió la muerte transformaba en disparatada la prueba mecánica del suicidio.
    Tal era la situación técnica del caso cuando yo fui designado por mis superiores para continuar ocupándome de él. En cuanto a los informes de nuestro gabinete de análisis, no cabían dudas.
     Únicamente en el vaso, donde la señora Stevens había bebido, se encontraba veneno. El agua y el whisky de las botellas eran completamente inofensivos. Por otra parte, la declaración del portero era terminante; nadie había visitado a la señora Stevens después que él le alcanzó el periódico; de manera que si yo, después de algunas investigaciones superficiales, hubiera cerrado el sumario informando de un suicidio comprobado, mis superiores no hubiesen podido objetar palabra. Sin embargo, para mí cerrar el sumario significaba confesarme fracasado. La señora Stevens había sido asesinada, y había un indicio que lo comprobaba: ¿dónde se hallaba el envase que contenía el veneno antes de que ella lo arrojara en su bebida?
    Por más que nosotros revisáramos el departamento, no nos fue posible descubrir la caja, el sobre o el frasco que contuvo el tóxico. Aquel indicio resultaba extraordinariamente sugestivo.
   Además había otro: los hermanos de la muerta eran tres bribones.
    Los tres, en menos de diez años, habían despilfarrado los bienes que heredaron de sus padres. Actualmente sus medios de vida no eran del todo satisfactorios.
    Juan trabajaba como ayudante de un procurador especializado en divorcios. Su conducta resultó más de una vez sospechosa y lindante con la presunción de un chantaje. Esteban era corredor de seguros y había asegurado a su hermana en una gruesa suma a su favor; en cuanto a Pablo, trabajaba de veterinario, pero estaba descalificado por la Justicia e inhabilitado para ejercer su profesión, convicto de haber dopado caballos. Para no morirse de hambre ingresó en la industria lechera, se ocupaba de los análisis.
    Tales eran los hermanos de la señora Stevens. En cuanto a ésta, había enviudado tres veces.
    El día del “suicidio” cumplió 68 años; pero era una mujer extraordinariamente conservada, gruesa, robusta, enérgica, con el cabello totalmente renegrido. Podía aspirar a casarse una cuarta vez y manejaba su casa alegremente y con puño duro. Aficionada a los placeres de la mesa, su despensa estaba provista de vinos y comestibles, y no cabe duda de que sin aquel “accidente” la viuda hubiera vivido cien años. Suponer que una mujer de ese carácter era capaz de suicidarse, es desconocer la naturaleza humana. Su muerte beneficiaba a cada uno de los tres hermanos con doscientos treinta mil pesos.
    La criada de la muerta era una mujer casi estúpida, y utilizada por aquélla en las labores groseras de la casa. Ahora estaba prácticamente aterrorizada al verse engranada en un procedimiento judicial.
    El cadáver fue descubierto por el portero y la sirvienta a las siete de la mañana, hora en que ésta, no pudiendo abrir la puerta porque las hojas estaban aseguradas por dentro con cadenas de acero, llamó en su auxilio al encargado de la casa. A las once de la mañana, como creo haber dicho anteriormente, estaban en nuestro poder los informes del laboratorio de análisis, a las tres de la tarde abandonaba yo la habitación donde quedaba detenida la sirvienta, con una idea brincando en mi imaginación: ¿y si alguien había entrado en el departamento de la viuda rompiendo un vidrio de la ventana y colocando otro después que volcó el veneno en el vaso? Era una fantasía de novela policial, pero convenía verificar la hipótesis.
    Salí decepcionado del departamento. Mi conjetura era absolutamente disparatada: la masilla solidificada no revelaba mudanza alguna.
    Eché a caminar sin prisa. El “suicidio” de la señora Stevens me preocupaba (diré una enormidad) no policialmente, sino deportivamente.
   Yo estaba en presencia de un asesino sagacísimo, posiblemente uno de los tres hermanos que había utilizado un recurso simple y complicado, pero imposible de presumir en la nitidez de aquel vacío.
    Absorbido en mis cavilaciones, entré en un café, y tan identificado estaba en mis conjeturas, que yo, que nunca bebo bebidas alcohólicas, automáticamente pedí un whisky. ¿Cuánto tiempo permaneció el whisky servido frente a mis ojos? No lo sé; pero de pronto mis ojos vieron el vaso de whisky, la garrafa de agua y un plato con trozos de hielo. Atónito quedé mirando el conjunto aquel. De pronto una idea alumbró mi curiosidad, llamé al camarero, le pagué la bebida que no había tomado, subí apresuradamente a un automóvil y me dirigí a la casa de la sirvienta. Una hipótesis daba grandes saltos en mi cerebro. Entré en la habitación donde estaba detenida, me senté frente a ella y le dije:Crimen.casi.perfecto
– Míreme bien y fíjese en lo que me va a contestar: la señora Stevens, ¿tomaba el whisky con hielo o sin hielo?
-Con hielo, señor.
-¿Dónde compraba el hielo?
– No lo compraba, señor. En casa había una heladera pequeña que lo fabricaba en pancitos. –Y la criada casi iluminada prosiguió, a pesar de su estupidez.- Ahora que me acuerdo, la heladera, hasta ayer, que vino el señor Pablo, estaba descompuesta. Él se encargó de arreglarla en un momento.
    Una hora después nos encontrábamos en el departamento de la suicida con el químico de nuestra oficina de análisis, el técnico retiró el agua que se encontraba en el depósito congelador de la heladera y varios pancitos de hielo. El químico inició la operación destinada a revelar la presencia del tóxico, y a los pocos minutos pudo manifestarnos: – El agua está envenenada y los panes de este hielo están fabricados con agua envenenada.
   Nos miramos jubilosamente. El misterio estaba desentrañado. Ahora era un juego reconstruir el crimen. El doctor Pablo, al reparar el fusible de la heladera (defecto que localizó el técnico) arrojó en el depósito congelador una cantidad de cianuro disuelto. Después, ignorante de lo que aguardaba, la señora Stevens preparó un whisky; del depósito retiró un pancito de hielo (lo cual explicaba que el plato con hielo disuelto se encontrara sobre la mesa), el cual, al desleírse en el alcohol, lo envenenó poderosamente debido a su alta concentración. Sin imaginarse que la muerte la aguardaba en su vicio, la señora Stevens se puso a leer el periódico, hasta que juzgando el whisky suficientemente enfriado, bebió un sorbo. Los efectos no se hicieron esperar.
    No quedaba sino ir en busca del veterinario. Inútilmente lo aguardamos en su casa. Ignoraban dónde se encontraba. Del laboratorio donde trabajaba nos informaron que llegaría a las diez de la noche.
    A las once, yo, mi superior y el juez nos presentamos en el laboratorio de la Erpa. El doctor Pablo, en cuanto nos vio comparecer en grupo, levantó el brazo como si quisiera anatemizar nuestras investigaciones, abrió la boca y se desplomó inerte junto a la mesa de mármol.
    Había muerto de un síncope. En su armario se encontraba un frasco de veneno. Fue el asesino más ingenioso que conocí.
6-Luego de la lectura del cuento policial, responde las siguientes preguntas de comprensión lectora.
a. Los tres hermanos de la víctima y posibles sospechosos, ¿qué coartadas tenían respectivamente para la hora del crimen? ¿Son creíbles y verificables?
b. ¿Qué pistas hacían dudar a los investigadores de que se había suicidado?
c. El investigador, finalmente llega a la conclusión de que la señora Stevens había sido asesinada, ¿a qué se debió esto?
d. ¿Qué datos hacen creer al investigador que los hermanos tenían que ver con el crimen?
e. ¿Qué características se mencionan de la víctima? Enuméralas.
f. ¿Qué primera hipótesis se plantea el detective? ¿Resultó fructífera?
g. El detective se plantea una nueva hipótesis, menciónala y describe cómo llega a tener la revelación.
h. ¿Quién fue el homicida? ¿Cómo hizo para matar a su hermana sin estar presente en el lugar del hecho?
i. ¿Cuál fue el destino del Homicida?
j. ¿Qué tipo de cuento policial es? (policial cásico o negro)  Fundamenta tu respuesta.
7-Lee el siguiente cuento policial con mucha atención.
                                                     

                                               El enigma  (de Sivina Ocampo)
     Fabio, un compañero de colegio, solía venir a casa a estudiar piano después de sus horas de trabajo. En su casa, no había piano, ni dinero para comprarlo, ni lugar para ponerlo si lo hubieran comprado. Era casi siempre al final de la tarde cuando venía, tomaba un vaso de agua helada, picoteaba alguna fruta del centro de mesa y se sentaba al piano. Le pedíamos que atendiera el teléfono, si estábamos ocupados en algo importante o si teníamos que salir; así fue como un día, en lugar de estudiar piano, se puso a hablar por teléfono. Las conversaciones duraban cada vez más tiempo y las posturas de Fabio eran cada vez más cómodas. Primero de pie, después sentado en una silla, después sentado en el suelo, después arrodillado, después acostado en el piso.
-¿Con quién hablas? -yo le preguntaba, de puro celosa.
-No sé. Una voz de mujer -contestaba, y al ver mi asombro- no sé quién es, créeme; ni sé cómo se llama. No la conozco.
-Te felicito -le dije-. Perdés el tiempo.
     Un mes duraron las misteriosas conversaciones telefónicas y, un día, antes de irse a su casa, me llamó y me dijo:
-Tengo que pedirte un favor. La mujer del teléfono me citó en una confitería. El.enigma2Va a estar vestida de blanco, llevará un libro en la mano, una hojita de hiedra en la solapa y un perro. ¿Irías a ver cómo es? ¡Tengo miedo de que sea una gorda o una vieja o una enana!
-¿Y qué tengo que decirle? -pregunté con inquietud.
-Según cómo sea.
-¿Si es gorda o vieja?
-Que estoy tuberculoso o que me muero.
-¿Si es una enana?
-Que soy muy alto para ella -dijo riendo-. O que soy loco. Podrías pedirle una fotografía.
-¿Si es bonita? ¿Acaso conozco tus gustos?
-Si es bonita, le das cita en un cinematógrafo para el día siguiente y le decís que no pude ir por razones de trabajo. Primeramente, le pedís una fotografía.
-Trataré de conseguirla. Dame una tuya.
-Muy buena idea -contestó, satisfecho-. Es la única solución.
     Buscó ese día entre sus papeles una fotografía y me la dio. La guardé en un cajón. Al día siguiente, me vestí de mala gana por la tarde para salir. No tenía ninguna curiosidad por conocer a la mujer del teléfono. Perder el tiempo me causa horror; pero mi cariño por Fabio es tan grande que, difícilmente, le rehuso un capricho. Caminé dos cuadras antes de advertir que había olvidado la fotografía. Volví a casa y busqué en el cajón. Tuve que llevarme un sobre lleno de fotografías para buscar en el camino la de Fabio, pues había quedado mezclada entre las otras.
     Llegué a la confitería El Tren Mixto, frente a Constitución, a la hora convenida. […]. Me detuve en la puerta de entrada mirando sin ver a la gente que estaba sentada frente a las mesas.
    Fabio me había dicho que la mujer estaría en la cuarta o quinta mesa del lado de la entrada, hacia la derecha, con el perrito llamado Coqueto a sus pies. La busqué y la vi muy pronto, pero no era rubia, como se había descripto a sí misma (según Fabio me dijo), sino más bien morena, con el pelo renegrido.
    Me acerqué. Intimidada, tropecé con una silla. Me dijo: -Siéntese.
   Me senté sin decir una palabra.
-En los primeros momentos, uno no sabe cómo empezar- me dijo, quitándose los guantes-. Comprendo su turbación, es natural.
-Fabio me pidió que le dijera que no pudo venir porque está enfermo. Lo lamenta mucho. Le manda estos jazmines.
Le di el ramo envuelto en papel manteca. Aspiró el perfume de las flores. -No me gustan los desencuentros -dijo-. No son de buen augurio. Del primer instante de una relación, dependen todos los demás. Por eso, esta circunstancia no me parece favorable. -¿Es supersticiosa?
    El.enigma3-Muy. Más de lo que usted puede suponer. -No creo que en este caso tenga que serlo – e respondí. -Éste o cualquier otro es lo mismo -me dijo. -Fabio quisiera tener una fotografía suya. Como un gran favor, se la manda a pedir.
-Tengo pocas fotografías buenas. Tal vez se desilusionaría si viera alguna. -Aquí le manda la de él.
    Saqué de mi bolsillo por error la fotografía de Raimundo Canino, el librero, y se la di. Ella la tomó y la miró distraídamente.
-No se puede saber cómo es una persona por una fotografía, si no la conocemos. Cuando conozca a Fabio, esta fotografía me revelará muchos misterios de su personalidad que aún no conozco. Sólo conozco su voz, que me perturba.
    A partir de este momento, la fotografía le sirvió de abanico. -¿Quiere tomar algo? -me preguntó bruscamente-. ¿Té, un helado, una taza de chocolate?
-¿Yo? Siempre tomo té. Es mi bebida predilecta. […] -A mí me encanta el té de la tarde -exclamaba de vez en cuando-. Prefiero quedarme sin comer a cualquier otra hora del día.
      Cuando estábamos por terminar la última tostada, llamó al mozo, pagó y me pidió que la llevara hasta la salida. Tuve la sensación de acompañar a una paralítica, porque no se desprendía de mi brazo. Me pidió, además, que llamara un taxi. En cuanto subió al taxi, me dijo antes de despedirse: -Dígale a Fabio que lo llamaré mañana. -¿Y la fotografía? -le pregunté. Buscó en su billetera.
-Aquí tengo una de la cédula. Parezco una criminal -me dijo, dándome la fotografía, al decirme adiós.
    Cuando volví a casa, Fabio me esperaba. El relato de mi encuentro con Alejandra no lo dejó satisfecho. No me atreví a decirle que la mujer parecía paralítica y que, en vez de pelo rubio, tenía pelo negro, pero le di la fotografía. Durante un buen rato, quedó mirándola, tapándole primero la boca para verle los ojos y la nariz, luego tapándole los ojos y la nariz para mirarle sólo la boca. […]
     Los días pasaron. Fabio esperaba en el teléfono, pero Alejandra no llamaba.
-¡Qué le habrás dicho!- protestaba Fabio.
-Lo que me dijiste, ni más ni menos.
-Es tan raro que no me llame.
-¿Por qué no la llamas vos?
-No me dio su número. Si no me llama, no tendré la oportunidad de verla nunca, nunca más. ¿Te das cuenta?
Fabio llegó a llorar amargamente.
-Alejandra volverá a llamar -yo le decía a Fabio, deseando que no llamara.
      Y Alejandra volvió a llamar. Inmediatamente, Fabio quedó en verla y la citó en un cinematógrafo, pero ella no aceptó y quiso verlo en la confitería de la otra vez. Supuse que esa entrevista sería el fin de mi amistad con Fabio, puesto que él se enteraría de la fotografía del librero, que por error yo le había dado a Alejandra; no fue así. El curso de los acontecimientos fue inesperado. Cuando volvió de la cita, Fabio me dijo consternado:
-Me mandó una emisaria, pretextando un dolor de cabeza. Esa mujer me volverá loco.
-¿Quién era la emisaria?
-Una amiga de ella, para desesperarme. Nada más que para desesperarme. Ahora sí que estoy enamorado.
    Alejandra y Fabio tardaron mucho en encontrarse. Siempre sucedía algún inconveniente por el que alguno de los dos no acudía a la cita. Presentían tal vez, un desenlace trágico.
    Al fin, se dieron cita en la confitería El Tren Mixto. Acudieron trémulos de impaciencia y de amor. Coqueto debajo de la mesa, les lamía los pies.
     Después de hablar de mil cosas, que por teléfono no se pueden hablar. Alejandra, antes de despedirse, sacó amorosamente de su cartera, la fotografía de Raimundo Canino, que había encuadrado en un marquito de cuero, y la besó.
-No me separo de tu foto -exclamó señalándole la fotografía. Fabio no supo si reír o llorar. En el primer momento, creyó que era una broma.
     Todo esto me lo contó en el paroxismo de la desesperación. ¿No la vio más? ¿No pudo soportar ese engaño, ni esa cara de Raimundo Canino, besada, en una fotografía, por Alejandra? ¿Se preguntó Fabio si fue por distracción o por cinismo que sacó de la cartera esa fotografía? No me atreví a decirle nada. Quise confesarle mi error, pero no volví a verlo, porque se había mudado de casa y no dejó la dirección.
8. ¿Qué tipo de relación se establece entre los siguientes personajes? Une con una  flecha.
Personajes
Tipo de relación
Fabio – Alejandra
                Laboral
La narradora – Raimundo Canino
                Amorosa
La narradora – Fabio
                Comercial

                Amistosa


9. Completa las siguientes oraciones:
• Fabio no quiere ir a la primera cita con Alejandra, porque…………………
• La narradora piensa que Alejandra es paralítica, porque……………………
• Fabio se desespera el día que finalmente se encuentra con Alejandra, porque  .………………………………………..

10. La narradora piensa que Alejandra es paralítica, pero no lo es. Responde.
a ¿Tiene alguna discapacidad? ¿Cuál? Justifiquen con una cita textual.
b ¿En qué se basan para pensar esto? Justifiquen con una cita textual.

11. Busquen en el diccionario la definición de la palabra «enigma» y responde.
a- Los sentimientos de la narradora hacia Fabio, ¿forman parte del enigma?
b- La discapacidad de Alejandra, ¿es un enigma o no?
c-Alejandra, ¿se vengó de la ausencia de Fabio en la primera cita?

12. ¿No la vio más?, se pregunta la narradora en el cuento de Silvina Ocampo ¿qué habrá pasado entre Alejandra y Fabio después de ese encuentro?  Imagina  como sigue la historia y nárrala en primera persona desde el punto de vista de Fabio.  (Primera persona:  YO )

    ¡ ÉXITOS !

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ACTIVIDADES DE FORMACIÓN ÉTICA Y CIUDADANA AÑO 1º 1ª Y 2ª AÑO TURNO VESPERTINOS. PROFE: DIAZ DE GALLO.

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