LENGUA Y
LITERATURA 2º 4º- SEGUNDA PROPUESTA DE TRABAJO
TEMAS:
*EL CUENTO POLICIAL. TIPOS: POLICIAL CLÁSICO Y POLICIAL NEGRO
*LECTURA
*COMPRENSIÓN LECTORA
*PRODUCCIÓN ESCRITA DE CUENTO POLICIAL
ACTIVIDADES
1-Para repasar, observa el siguiente video sobre el cuento
policial clásico y el policial negro.
2-Registra por escrito de acuerdo a lo que viste en el
video, las diferencias entre el cuento
policial clásico y el policial negro.
3-Mira el siguiente video de un cuento policial titulado:
“La carta robada” del autor Edgar Allan Poe.
4-Renarra por escrito (es decir contá la historia con tus propias palabras) el cuento policial
visto y titulado: “La carta robada”
5-Lee primero en voz baja y luego en voz alta el siguiente
cuento policial.
El crimen
casi perfecto
Autor: Roberto
Arlt
La coartada de los tres hermanos de la suicida fue verificada. Ellos no
habían mentido. El mayor, Juan, permaneció desde las cinco de la tarde hasta
las doce de la noche (la señora Stevens se suicidó entre las siete y las diez
de la noche) detenido en una comisaría por su participación imprudente en una
accidente de tránsito. El segundo hermano, Esteban, se encontraba en el pueblo
de Lister desde las seis de la tarde de aquel día hasta las nueve del
siguiente, y, en cuanto al tercero, el doctor Pablo, no se había apartado ni un
momento del laboratorio de análisis de leche de la Erpa Cía., donde estaba
adjunto a la sección de dosificación de mantecas en las cremas.
Lo más curioso del caso es que aquel día los tres hermanos almorzaron
con la suicida para festejar su cumpleaños, y ella, a su vez, en ningún momento
dejó de traslucir su intención funesta. Comieron todos alegremente; luego, a
las dos de la tarde, los hombres se retiraron.
Sus declaraciones coincidían en un todo con las de la antigua doméstica
que servía hacía muchos años a la señora Stevens. Esta mujer, que dormía afuera
del departamento, a las siete de la tarde se retiró a su casa. La última orden
que recibió de la señora Stevens fue que le enviara por el portero un diario de
la tarde. La criada se marchó; a las siete y diez el portero le entregó a la
señora Stevens el diario pedido y el proceso de acción que ésta siguió antes de
matarse se presume lógicamente así: la propietaria revisó las adiciones en las
libretas donde llevaba anotadas las entradas y salidas de su contabilidad
doméstica, porque las libretas se encontraban sobre la mesa del comedor con
algunos gastos del día subrayados; luego se sirvió un vaso de agua con whisky,
y en esta mezcla arrojó aproximadamente medio gramo de cianuro de potasio. A
continuación se puso a leer el diario, bebió el veneno, y al sentirse morir
trató de ponerse de pie y cayó sobre la alfombra. El periódico fue hallado
entre sus dedos tremendamente contraídos: crimen casi perfecto.
Tal era la primera hipótesis que se desprendía del conjunto de cosas
ordenadas pacíficamente en el interior del departamento pero, como se puede
apreciar, este proceso de suicidio está cargado de absurdos psicológicos.
Ninguno de los funcionarios que intervinimos en la investigación podíamos
aceptar congruentemente que la señora Stevens se hubiese suicidado.
Sin embargo, únicamente la Stevens podía haber echado el cianuro en el
vaso. El whisky no contenía veneno. El agua que se agregó al whisky también era
pura. Podía presumirse que el veneno había sido depositado en el fondo o las
paredes de la copa, pero el vaso utilizado por la suicida había sido retirado
de un anaquel donde se hallaba una docena de vasos del mismo estilo; de manera
que el presunto asesino no podía saber si la Stevens iba a utilizar éste o
aquél. La oficina policial de química nos informó que ninguno de los vasos
contenía veneno adherido a sus paredes.
El asunto no era fácil. Las primeras pruebas, pruebas mecánicas como las
llamaba yo, nos inclinaban a aceptar que la viuda se había quitado la vida por
su propia mano, pero la evidencia de que ella estaba distraída leyendo un
periódico cuando la sorprendió la muerte transformaba en disparatada la prueba
mecánica del suicidio.
Tal era la situación técnica del caso cuando yo fui designado por mis
superiores para continuar ocupándome de él. En cuanto a los informes de nuestro
gabinete de análisis, no cabían dudas.
Únicamente en el vaso, donde la señora Stevens había bebido, se
encontraba veneno. El agua y el whisky de las botellas eran completamente
inofensivos. Por otra parte, la declaración del portero era terminante; nadie
había visitado a la señora Stevens después que él le alcanzó el periódico; de
manera que si yo, después de algunas investigaciones superficiales, hubiera
cerrado el sumario informando de un suicidio comprobado, mis superiores no
hubiesen podido objetar palabra. Sin embargo, para mí cerrar el sumario
significaba confesarme fracasado. La señora Stevens había sido asesinada, y había
un indicio que lo comprobaba: ¿dónde se hallaba el envase que contenía el
veneno antes de que ella lo arrojara en su bebida?
Por más que nosotros revisáramos el departamento, no nos fue posible
descubrir la caja, el sobre o el frasco que contuvo el tóxico. Aquel indicio
resultaba extraordinariamente sugestivo.
Además había otro: los hermanos de la muerta eran tres bribones.
Los tres, en menos de diez años, habían despilfarrado los bienes que
heredaron de sus padres. Actualmente sus medios de vida no eran del todo
satisfactorios.
Juan trabajaba como ayudante de un procurador especializado en
divorcios. Su conducta resultó más de una vez sospechosa y lindante con la
presunción de un chantaje. Esteban era corredor de seguros y había asegurado a
su hermana en una gruesa suma a su favor; en cuanto a Pablo, trabajaba de
veterinario, pero estaba descalificado por la Justicia e inhabilitado para
ejercer su profesión, convicto de haber dopado caballos. Para no morirse de
hambre ingresó en la industria lechera, se ocupaba de los análisis.
Tales eran los hermanos de la señora Stevens. En cuanto a ésta, había
enviudado tres veces.
El día del “suicidio” cumplió 68 años; pero era una mujer
extraordinariamente conservada, gruesa, robusta, enérgica, con el cabello
totalmente renegrido. Podía aspirar a casarse una cuarta vez y manejaba su casa
alegremente y con puño duro. Aficionada a los placeres de la mesa, su despensa
estaba provista de vinos y comestibles, y no cabe duda de que sin aquel
“accidente” la viuda hubiera vivido cien años. Suponer que una mujer de ese
carácter era capaz de suicidarse, es desconocer la naturaleza humana. Su muerte
beneficiaba a cada uno de los tres hermanos con doscientos treinta mil pesos.
La criada de la muerta era una mujer casi estúpida, y utilizada por
aquélla en las labores groseras de la casa. Ahora estaba prácticamente
aterrorizada al verse engranada en un procedimiento judicial.
El cadáver fue descubierto por el portero y la sirvienta a las siete de
la mañana, hora en que ésta, no pudiendo abrir la puerta porque las hojas
estaban aseguradas por dentro con cadenas de acero, llamó en su auxilio al
encargado de la casa. A las once de la mañana, como creo haber dicho
anteriormente, estaban en nuestro poder los informes del laboratorio de
análisis, a las tres de la tarde abandonaba yo la habitación donde quedaba
detenida la sirvienta, con una idea brincando en mi imaginación: ¿y si alguien
había entrado en el departamento de la viuda rompiendo un vidrio de la ventana
y colocando otro después que volcó el veneno en el vaso? Era una fantasía de
novela policial, pero convenía verificar la hipótesis.
Salí decepcionado del departamento. Mi conjetura era absolutamente
disparatada: la masilla solidificada no revelaba mudanza alguna.
Eché a caminar sin prisa. El “suicidio” de la señora Stevens me
preocupaba (diré una enormidad) no policialmente, sino deportivamente.
Yo estaba en presencia de un asesino sagacísimo, posiblemente uno de los
tres hermanos que había utilizado un recurso simple y complicado, pero
imposible de presumir en la nitidez de aquel vacío.
Absorbido en mis cavilaciones, entré en un café, y tan identificado
estaba en mis conjeturas, que yo, que nunca bebo bebidas alcohólicas,
automáticamente pedí un whisky. ¿Cuánto tiempo permaneció el whisky servido
frente a mis ojos? No lo sé; pero de pronto mis ojos vieron el vaso de whisky,
la garrafa de agua y un plato con trozos de hielo. Atónito quedé mirando el
conjunto aquel. De pronto una idea alumbró mi curiosidad, llamé al camarero, le
pagué la bebida que no había tomado, subí apresuradamente a un automóvil y me
dirigí a la casa de la sirvienta. Una hipótesis daba grandes saltos en mi
cerebro. Entré en la habitación donde estaba detenida, me senté frente a ella y
le dije:Crimen.casi.perfecto
– Míreme bien y fíjese en lo que me
va a contestar: la señora Stevens, ¿tomaba el whisky con hielo o sin hielo?
-Con hielo, señor.
-¿Dónde compraba el hielo?
– No lo compraba, señor. En casa
había una heladera pequeña que lo fabricaba en pancitos. –Y la criada casi
iluminada prosiguió, a pesar de su estupidez.- Ahora que me acuerdo, la
heladera, hasta ayer, que vino el señor Pablo, estaba descompuesta. Él se
encargó de arreglarla en un momento.
Una hora después nos encontrábamos en el departamento de la suicida con
el químico de nuestra oficina de análisis, el técnico retiró el agua que se
encontraba en el depósito congelador de la heladera y varios pancitos de hielo.
El químico inició la operación destinada a revelar la presencia del tóxico, y a
los pocos minutos pudo manifestarnos: – El agua está envenenada y los panes de
este hielo están fabricados con agua envenenada.
Nos miramos jubilosamente. El misterio estaba desentrañado. Ahora era un
juego reconstruir el crimen. El doctor Pablo, al reparar el fusible de la
heladera (defecto que localizó el técnico) arrojó en el depósito congelador una
cantidad de cianuro disuelto. Después, ignorante de lo que aguardaba, la señora
Stevens preparó un whisky; del depósito retiró un pancito de hielo (lo cual
explicaba que el plato con hielo disuelto se encontrara sobre la mesa), el
cual, al desleírse en el alcohol, lo envenenó poderosamente debido a su alta
concentración. Sin imaginarse que la muerte la aguardaba en su vicio, la señora
Stevens se puso a leer el periódico, hasta que juzgando el whisky
suficientemente enfriado, bebió un sorbo. Los efectos no se hicieron esperar.
No quedaba sino ir en busca del veterinario. Inútilmente lo aguardamos
en su casa. Ignoraban dónde se encontraba. Del laboratorio donde trabajaba nos
informaron que llegaría a las diez de la noche.
A las once, yo, mi superior y el juez nos presentamos en el laboratorio
de la Erpa. El doctor Pablo, en cuanto nos vio comparecer en grupo, levantó el
brazo como si quisiera anatemizar nuestras investigaciones, abrió la boca y se
desplomó inerte junto a la mesa de mármol.
Había muerto de un síncope. En su armario se encontraba un frasco de
veneno. Fue el asesino más ingenioso que conocí.
6-Luego de la lectura del cuento policial, responde las siguientes
preguntas de comprensión lectora.
a. Los tres hermanos de la víctima y posibles sospechosos,
¿qué coartadas tenían respectivamente para la hora del crimen? ¿Son creíbles y
verificables?
b. ¿Qué pistas hacían dudar a los investigadores de que se
había suicidado?
c. El investigador, finalmente llega a la conclusión de que
la señora Stevens había sido asesinada, ¿a qué se debió esto?
d. ¿Qué datos hacen creer al investigador que los hermanos
tenían que ver con el crimen?
e. ¿Qué características se mencionan de la víctima?
Enuméralas.
f. ¿Qué primera hipótesis se plantea el detective? ¿Resultó
fructífera?
g. El detective se plantea una nueva hipótesis, menciónala y
describe cómo llega a tener la revelación.
h. ¿Quién fue el homicida? ¿Cómo hizo para matar a su
hermana sin estar presente en el lugar del hecho?
i. ¿Cuál fue el destino del Homicida?
j. ¿Qué tipo de cuento policial es? (policial cásico o
negro) Fundamenta tu respuesta.
7-Lee el siguiente cuento policial con mucha atención.
El enigma (de Sivina Ocampo)
Fabio, un compañero de colegio, solía
venir a casa a estudiar piano después de sus horas de trabajo. En su casa, no
había piano, ni dinero para comprarlo, ni lugar para ponerlo si lo hubieran
comprado. Era casi siempre al final de la tarde cuando venía, tomaba un vaso de
agua helada, picoteaba alguna fruta del centro de mesa y se sentaba al piano.
Le pedíamos que atendiera el teléfono, si estábamos ocupados en algo importante
o si teníamos que salir; así fue como un día, en lugar de estudiar piano, se
puso a hablar por teléfono. Las conversaciones duraban cada vez más tiempo y
las posturas de Fabio eran cada vez más cómodas. Primero de pie, después
sentado en una silla, después sentado en el suelo, después arrodillado, después
acostado en el piso.
-¿Con quién hablas? -yo le
preguntaba, de puro celosa.
-No sé. Una voz de mujer
-contestaba, y al ver mi asombro- no sé quién es, créeme; ni sé cómo se llama.
No la conozco.
-Te felicito -le dije-. Perdés el
tiempo.
Un mes duraron las misteriosas
conversaciones telefónicas y, un día, antes de irse a su casa, me llamó y me
dijo:
-Tengo que pedirte un favor. La
mujer del teléfono me citó en una confitería. El.enigma2Va a estar vestida de
blanco, llevará un libro en la mano, una hojita de hiedra en la solapa y un
perro. ¿Irías a ver cómo es? ¡Tengo miedo de que sea una gorda o una vieja o
una enana!
-¿Y qué tengo que decirle?
-pregunté con inquietud.
-Según cómo sea.
-¿Si es gorda o vieja?
-Que estoy tuberculoso o que me
muero.
-¿Si es una enana?
-Que soy muy alto para ella -dijo
riendo-. O que soy loco. Podrías pedirle una fotografía.
-¿Si es bonita? ¿Acaso conozco
tus gustos?
-Si es bonita, le das cita en un
cinematógrafo para el día siguiente y le decís que no pude ir por razones de
trabajo. Primeramente, le pedís una fotografía.
-Trataré de conseguirla. Dame una
tuya.
-Muy buena idea -contestó,
satisfecho-. Es la única solución.
Buscó ese día entre sus papeles una
fotografía y me la dio. La guardé en un cajón. Al día siguiente, me vestí de
mala gana por la tarde para salir. No tenía ninguna curiosidad por conocer a la
mujer del teléfono. Perder el tiempo me causa horror; pero mi cariño por Fabio
es tan grande que, difícilmente, le rehuso un capricho. Caminé dos cuadras
antes de advertir que había olvidado la fotografía. Volví a casa y busqué en el
cajón. Tuve que llevarme un sobre lleno de fotografías para buscar en el camino
la de Fabio, pues había quedado mezclada entre las otras.
Llegué a la confitería El Tren Mixto,
frente a Constitución, a la hora convenida. […]. Me detuve en la puerta de
entrada mirando sin ver a la gente que estaba sentada frente a las mesas.
Fabio me había dicho que la mujer estaría
en la cuarta o quinta mesa del lado de la entrada, hacia la derecha, con el
perrito llamado Coqueto a sus pies. La busqué y la vi muy pronto, pero no era
rubia, como se había descripto a sí misma (según Fabio me dijo), sino más bien
morena, con el pelo renegrido.
Me acerqué. Intimidada, tropecé con una
silla. Me dijo: -Siéntese.
Me senté sin decir una palabra.
-En los primeros momentos, uno no
sabe cómo empezar- me dijo, quitándose los guantes-. Comprendo su turbación, es
natural.
-Fabio me pidió que le dijera que
no pudo venir porque está enfermo. Lo lamenta mucho. Le manda estos jazmines.
Le di el ramo envuelto en papel
manteca. Aspiró el perfume de las flores. -No me gustan los desencuentros
-dijo-. No son de buen augurio. Del primer instante de una relación, dependen
todos los demás. Por eso, esta circunstancia no me parece favorable. -¿Es
supersticiosa?
El.enigma3-Muy. Más de lo que usted puede
suponer. -No creo que en este caso tenga que serlo – e respondí. -Éste o
cualquier otro es lo mismo -me dijo. -Fabio quisiera tener una fotografía suya.
Como un gran favor, se la manda a pedir.
-Tengo pocas fotografías buenas.
Tal vez se desilusionaría si viera alguna. -Aquí le manda la de él.
Saqué de mi bolsillo por error la
fotografía de Raimundo Canino, el librero, y se la di. Ella la tomó y la miró
distraídamente.
-No se puede saber cómo es una
persona por una fotografía, si no la conocemos. Cuando conozca a Fabio, esta
fotografía me revelará muchos misterios de su personalidad que aún no conozco.
Sólo conozco su voz, que me perturba.
A partir de este momento, la fotografía le
sirvió de abanico. -¿Quiere tomar algo? -me preguntó bruscamente-. ¿Té, un
helado, una taza de chocolate?
-¿Yo? Siempre tomo té. Es mi
bebida predilecta. […] -A mí me encanta el té de la tarde -exclamaba de vez en
cuando-. Prefiero quedarme sin comer a cualquier otra hora del día.
Cuando estábamos por terminar la última
tostada, llamó al mozo, pagó y me pidió que la llevara hasta la salida. Tuve la
sensación de acompañar a una paralítica, porque no se desprendía de mi brazo.
Me pidió, además, que llamara un taxi. En cuanto subió al taxi, me dijo antes
de despedirse: -Dígale a Fabio que lo llamaré mañana. -¿Y la fotografía? -le
pregunté. Buscó en su billetera.
-Aquí tengo una de la cédula.
Parezco una criminal -me dijo, dándome la fotografía, al decirme adiós.
Cuando volví a casa, Fabio me esperaba. El
relato de mi encuentro con Alejandra no lo dejó satisfecho. No me atreví a
decirle que la mujer parecía paralítica y que, en vez de pelo rubio, tenía pelo
negro, pero le di la fotografía. Durante un buen rato, quedó mirándola,
tapándole primero la boca para verle los ojos y la nariz, luego tapándole los
ojos y la nariz para mirarle sólo la boca. […]
Los días pasaron. Fabio esperaba en el
teléfono, pero Alejandra no llamaba.
-¡Qué le habrás dicho!-
protestaba Fabio.
-Lo que me dijiste, ni más ni menos.
-Es tan raro que no me llame.
-¿Por qué no la llamas vos?
-No me dio su número. Si no me
llama, no tendré la oportunidad de verla nunca, nunca más. ¿Te das cuenta?
Fabio llegó a llorar amargamente.
-Alejandra volverá a llamar -yo
le decía a Fabio, deseando que no llamara.
Y Alejandra volvió a llamar.
Inmediatamente, Fabio quedó en verla y la citó en un cinematógrafo, pero ella
no aceptó y quiso verlo en la confitería de la otra vez. Supuse que esa
entrevista sería el fin de mi amistad con Fabio, puesto que él se enteraría de
la fotografía del librero, que por error yo le había dado a Alejandra; no fue
así. El curso de los acontecimientos fue inesperado. Cuando volvió de la cita,
Fabio me dijo consternado:
-Me mandó una emisaria,
pretextando un dolor de cabeza. Esa mujer me volverá loco.
-¿Quién era la emisaria?
-Una amiga de ella, para
desesperarme. Nada más que para desesperarme. Ahora sí que estoy enamorado.
Alejandra y Fabio tardaron mucho en
encontrarse. Siempre sucedía algún inconveniente por el que alguno de los dos
no acudía a la cita. Presentían tal vez, un desenlace trágico.
Al fin, se dieron cita en la confitería El
Tren Mixto. Acudieron trémulos de impaciencia y de amor. Coqueto debajo de la
mesa, les lamía los pies.
Después de hablar de mil cosas, que por
teléfono no se pueden hablar. Alejandra, antes de despedirse, sacó amorosamente
de su cartera, la fotografía de Raimundo Canino, que había encuadrado en un
marquito de cuero, y la besó.
-No me separo de tu foto -exclamó
señalándole la fotografía. Fabio no supo si reír o llorar. En el primer
momento, creyó que era una broma.
Todo esto me lo contó en el paroxismo de
la desesperación. ¿No la vio más? ¿No pudo soportar ese engaño, ni esa cara de
Raimundo Canino, besada, en una fotografía, por Alejandra? ¿Se preguntó Fabio
si fue por distracción o por cinismo que sacó de la cartera esa fotografía? No
me atreví a decirle nada. Quise confesarle mi error, pero no volví a verlo,
porque se había mudado de casa y no dejó la dirección.
8. ¿Qué tipo de relación se establece entre los siguientes
personajes? Une con una flecha.
Personajes
|
Tipo de relación
|
Fabio – Alejandra
|
Laboral
|
La narradora – Raimundo Canino
|
Amorosa
|
La narradora – Fabio
|
Comercial
|
|
Amistosa
|
9. Completa las siguientes oraciones:
• Fabio no quiere ir a la primera cita con Alejandra, porque…………………
• La narradora piensa que Alejandra es paralítica, porque……………………
• Fabio se desespera el día que finalmente se encuentra con
Alejandra, porque .………………………………………..
10. La narradora piensa que Alejandra es paralítica, pero no
lo es. Responde.
a ¿Tiene alguna discapacidad? ¿Cuál? Justifiquen con una
cita textual.
b ¿En qué se basan para pensar esto? Justifiquen con una
cita textual.
11. Busquen en el diccionario la definición de la palabra
«enigma» y responde.
a- Los sentimientos de la narradora hacia Fabio, ¿forman
parte del enigma?
b- La discapacidad de Alejandra, ¿es un enigma o no?
c-Alejandra, ¿se vengó de la ausencia de Fabio en la primera
cita?
12. ¿No la vio más?, se pregunta la narradora en el cuento
de Silvina Ocampo ¿qué habrá pasado entre Alejandra y Fabio después de ese
encuentro? Imagina como sigue la historia y
nárrala en primera persona desde el punto de vista de Fabio. (Primera persona: YO )
¡ ÉXITOS !
MANDAR EL
TRABAJO A MI CORREO: abel6374@hotmail.com
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